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cuenta á sus amigos por agudezas y donaires. Pero yo que aunque parezco padre, soy padrastro de DON

QUIJOTE , no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte casi con las lágrimas en los ojos, como otros hacen, lector carísimo, que perdones ó disimules las faltas que en este mi hijo vieres, pues ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedrío como el más pintado, y estás en tu casa, donde eres señor della, como el Rey de sus alcabalas, y sabes lo que comunmente se dice, que debajo de mi manto al Rey mato.

Todo lo cual te esenta y hace libre de todo respeto y obligación, y así puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por el mal, ni te premien por el bien que dijeres della.

Sólo quisiera dártela monda y desnuda, sin el ornato de prólogo, ni de la inumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te sé decir, que aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo.

Muchas veces tomé la pluma para escribilla, y muchas, la dejé, por no saber lo que escribiría; y estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró á deshora un amigo mío gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa, y no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer á la historia de DON QUIJOTE , y que me tenía de suerte, que ni quería hacerle, ni menos sacar á luz las hazañas de tan noble caballero. Porque ¿cómo queréis vos