Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/99

Esta página no ha sido corregida
— 95 —

95 buena gana; llas señoras, lo que ella hizo de muy y con parte de la estrecha cama del ventero, y con la que el oidor traía, se aquella noche mejor de lo que pensaban. El cautivo, que desde el punto que vió al oidor, le dió saltos el corazón y barruntos de que aquel era su hermano, preguntó á uno de los criados que con él venían, cómo se llamaba, y si sabía de qué tierra era. El criado le respondió que se llamaba el licenciado Juan Pérez de Viedma, y que había oído decir que era de un lugar de las montañas de León. Con esta relación y con lo que él había visto, se acabó de confirmar de que aquel era su hermano, que había seguido las letras por consejo de su padre; y alborozado y contento, llamando aparte á don Fernando, á Cardenio y al cura, les contó lo que pasaba, certificándoles que aquel oidor era su hermano. Habíale dicho también el criado, como iba proveído por oidor á las Indias en la audiencia de Méjico: supo también como aquella doncella era su hija, de cuyo parto había muerto su madre, y que él había quedado muy rico con el dote que con la hija se le quedó en casa.

Pidióles consejo qué modo tendría para descubrir se, ó para conocer primero si después de descu bierto su hermano por verle pobre se afrentaría ó le recibiría con buenas entrañas.

—Déjesome á mí el hacer esa experiencia, dijo el cura; cuanto más, que no hay pensar sino que vos, señor capitán, seréis muy bien recebido, porque el valor y prudencia que en su buen parecer descubre vuestro hermano, no da indicios de ser arrogante ni desconocido, ni que no ha de saber poner los casos de la fortuna en su punto.

—Con todo eso, dijo el capitán, yo querría no