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las letras, y más si las armas y letras traen por guía y adalid á la fermosura como la traen las letras de vuestra merced en esta fermosa doncella á quien deben no sólo abrirse y manifestarse los castillos, sino apartarse los riscos, y dividirse y abajarse las montañas para dalle cogida. Entre vuestra merced, digo, en este paraíso que aquí hallará estrellas y soles que acompañen el cielo que vuestra merced trae consigo: aquí hallará las armas en su punto, y la hermosura en su estremo.

Admirado quedó el oidor del razonamiento de don Quijote, á quien se puso á mirar muy de propósito, y no menos le admiraba su talle que sus palabras; y sin hallar ningunas con que respondelle, se tornó á admirar de nuevo cuando vió delante de sí á Luscinda, Dorotea y á Zoraida, que á las nuevas de los nuevos huéspedes, y á las que la ventera les había dado de la hermosura de la doncella, habían venido á verla y á recebirla; pero don Fernando, Cardenio y el cura le hicieron más llanos y más cortesanos ofrecimientos. En efecto, el señor oidor entró confuso, así de lo que veía como de lo que escuchaba, y las hermosas de la venta dieron la bien llegada á la hermosa doncella. En resolución, bien echó de ver el oidor que era gente principal toda la que allí estaba; pero el talle, visaje y la postura de don Quijote le desatinaban; y habiendo pasado entre todos corteses ofrecimientos, y tanteado la comodidad de la venta, se ordenó lo que antes estaba ordenado, que todas las mujeres se entrasen en el camaranchón ya referido, y que los hombres se quedasen fuera como en su guarda; y así fué contento el oidor que su hija, que era la doncella, se fuese con aque-