Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/95

Esta página no ha sido corregida
— 91 —

había hablado. Ella, que tiene buen entendimiento y un natural fácil y claro, entendió luego cuanto acerca de las imágenes se le dijo. Desde allí nos llevaron y repartieron á todos en diferentes casas del pueblo; pero al renegado, á Zoraida y á mí nos llevó el cristiano que vino con nosotros, en casa de sus padres, que medianamente eran acomodados de los bienes de fortuna, y nos regalaron con tanto amor como á su mismo hijo. Seis días estuvimos en Vélez, al cabo de los cuales el renegado, hecha su información, de cuanto le convenía, se fué á la ciudad de Granada á reducirse por medio de la Santa Inquisición al gremio santísimo de la Iglesia; los demás cristianos libertados se fueron cada uno donde mejor les pareció: solos quedamos Zoraida y yo con sólos los escudos que la cortesía del francés le dió á Zoraida, de los cuales compré este animal en que ella viene, y sirviéndola yo hasta ahora de padre y escudero, y no de espo so, vamos con intención de ver si mi padre es vivo, ó si alguno de mis hermanos ha tenido más próspera ventura que la mía, puesto que, por haberme hecho el cielo compañero de Zoraida, me parece que ninguna otra suerte me pudiera venir, por buena que fuera, que más la estimara. La paciencia con que Zoraida lleva las incomodidades que la pobreza trae consigo, y el deseo que muestra de verse ya cristiana, es tanto y tal, que me admira, y me mueve á servirla todo el tiempo de mi vida, puesto que el gusto que tengo de verme suyo y de que ella sea mía, me le turba y deshace no saber si hallaré en mi tierra algún rincón donde recogella, y si habrán hecho el tiempo y la muerte tal mudanza en la hacienda y vida de mi padre y hermanos, que apenas halle quien me conozca,