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servido de darles vida para que gocen el placer de verte: ya sabíamos que estabas en Argel, y por las señales y muestras de tus vestidos, y los de todos los desta compañía comprendo que habéis tenido milagrosa libertad. Así es, respondió el mozo, y tiempo nos quedará para contároslo todo.

Luego que los jinetes entendieron que éramos cristianos cautivos, se apearon de sus caballos, y cada uno nos convidaba con el suyo para llevarnos á la ciudad de Vélez Málaga, que legua y media de allí estaba. Algunos dellos volvieron á lle var la barca á la ciudad, diciéndoles dónde la habíamos dejado; otros nos subieron á las ancas, Zoraida fué en las del caballo del tío del cristiano.

Saliónos á recebir todo el pueblo, que ya de alguno que se había adelantado sabía la nueva de nuestra venida. No se admiraban de ver cautivos libres, ni moros cautivos, porque toda la gente de aquella costa está hecha á ver á los unos y á los otros; pero admirábanse de la hermosura de Zoraida, la cual en aquel instante y sazón estaba en su punto, ansi con el cansancio del camino, como con la alegría de verse ya en tierra de cristianos, sin sobresalto de perderse; y esto le había sacado al rostro tales colores, que si no es que la afición entonces me engañaba, osara decir que más hermosa criatura no había en el mundo, á lo menos que yo la hubiese visto. Fuimos derechos á la iglesia á dar gracias á Dios por la merced recebida, y así como en ella entró Zoraida, dijo que allí había rostros que se parecían á los de Lela Marién. Dijímosle que eran imágenes suyas, y como mejor se pudo, le dió el renegado á entender lo que significaban, para que ella las adorase como si verdaderamente fuera cada una dellas la misma Lela Marién que la L