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había de venir luego á ver lo que era, acordamos que el renegado se desnudase las ropas de turco, y se vistiese un jileco ó casaca de cautivo, que uno de nosotros le dió luego, aunque se quedó en camisa, y así encomendándonos á Dios, fuimos por el mismo camino que vimos que el pastor llevaba, esperando siempre cuándo había de dar sobre nosotros la caballería de la costa. Y no nos engañó nuestro pensamiento, porque aun no habrían pasado dos horas, cuando habiendo ya salido de aquellas malezas á un llano, descubrimos hasta cincuenta caballeros, que con gran ligereza corriendo á media rienda á nosotros se venían: y así como los vimos, nos estuvimos quedos aguardándolos ; pero como ellos llegaron, y vieron en lugar de los moros que buscaban, tanto pobre cristiano, quedaron confusos, y uno dellos nos preguntó si éramos nosotros la ocasión por que un pastor había apellidado arma. Sí, dije yo, y queriendo comenzar á decirle mi suceso, y de dónde veníamos, y quién éramos, uno de los cristianos que con nosotros venían conoció al jinete que nos había hecho la pregunta, y dijo sin dejarme á mí decir más palabra:

Gracias sean dadas á Dios, señores, que á tan buena parte nos ha conducido, porque si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga: si ya los años de mi cautiverio no me han quitado de la memoria el acordarme que vos, señor, que nos preguntáis quién somos, sois Pedro de Bustamante, tío mío. Apenas hubo dicho esto el cristiano cautivo, cuando el jinete se arrojó del caballo, y vino á abrazar al mozo diciéndole: Sobrino de mi alma y de mi vida, ya te conozco, ya te he llorado por muerto yo y mi hermana tu madre,' y todos los tuyos que aún viven, y Dios ha sido