Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/89

Esta página no ha sido corregida
— 85 —

85darnos lugar que pasásemos. Habíanse puesto al bordo del bajel á preguntarnos quien éramos, y adónde navegábamos, y de dónde veníamos; pero por preguntarnos eso en lengua francesa, dijo nuestro renegado: Ninguno responda, porque éstos sin duda son corsarios franceses que hacen á toda ropa. Por este advertimiento ninguno respondió palabra, y habiendo pasado un poco adelante, que ya el bajel quedaba á sotavento, de improviso soltaron dos piezas de artillería, y á lo que parecía ambas venían con cadenas, porque con una cortaron nuestro árbol por medio, y dieron con él y con la vela en el mar, y al momento disparando otra pieza, vino á dar la bala en mitad de nuestra barca de modo que la abrió toda, sin hacer otro mal alguno; pero como nosotros nos vimos ir á fondo, comenzamos todos á dar grandes voces á pedir socorro, y á rogar á los del bajel que nos acogiesen, porque nos anegábamos. Amainaron entonces, y echando el esquife ó barca á la mar, entraron en él hasta doce franceses bien armados con sus arcabuces y cuerdas encendidas, y así llegaron junto al nuestro y viendo cuán pocos éramos, y como el bajel se hundía, nos recogieron, diciendo que por haber usado la descortesía de no respondelles, nos había sucedido aquello. Nuestro renegado tomó el cofre de las riquezas de Zoraida, y dió con él en la mar, sin que ninguno echase de ver en lo que hacía.

En resolución, todos pasamos con los franceses, los cuales después de haberse informado de todo aquello que de nosotros saber quisieron, como si fueran nuestros capitales enemigos, nos despojaron de todo cuanto teníamos, y á Zoraida le quitaron hasta los carcajes que traía en los pies; pero no me daba á mí tanta pesadumbre lo que á Zoraida da-