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quilo el mar, convidándonos á que tornásemos alegres á proseguir nuestro comenzado viaje.

Viendo esto, desatamos á los moros, y uno á uno los pusimos en tierra, de lo que ellos se quedaron admirados; pero llegando á desembarcar al padre de Zoraida, que ya estaba en todo su acuerdo, dijo: ¿Por qué pensáis, cristianos que esta mala hembra huelga de que me deis libertad? ¿ Pensáis que es por piedad que de mí tiene? No por cierto, sino que lo hace por el estorbo que le dará mi presencia, cuando quiera poner en ejecución sus malos deseos; ni penséis que la ha movido á mudar religión entender ella que la vuestra á la nuestra se aventaja, sino el saber que en vuestra tierra se usa la deshonestidad más libremente que en la nuestra: y volviéndose á Zoraida, teniéndole yo y otro cristiano de entrambos brazos asido, porque algún desatino no hiciese, le dijo: Oh infame moza y mal aconsejada muchacha; adonde vas ciega y desatinada en poder de estos perros, naturales enemigos nuestros? Maldita sea la hora en que yo te engendré, y malditos sean los regalos y deleites en que te he criado. Pero viendo yo que llevaba término de no acabar tan presto, dí priesa de ponelle á tierra, y desde allí á voces prosiguió en sus maldiciones y lamentos, rogando á Mahoma rogase á Alá que nos destruyese, confundiese y acabase y cuando por habernos hecho á la vela no pudimos oir sus palabras, vimos sus obras, que eran arrancarse las barbas, mesarse los cabellos y arrastrarse por el suelo; mas una vez esforzó la voz de tal manera, que pudimos entender que decía: Vuelve, amada hija, vuelve á tierra, que todo te lo perdono, entrega á esos hombres ese dinero, que ya es suyo, y vuelve á consolar á este