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y que la dificultad que se ofrecía mayor era que los moros no consienten que renegado alguno compre ni tenga barca, sino es bajel grande para ir en corso, porque se temen que el que compra barca, principalmente si es español, no la quiere sino para irse á tierra de cristianos; pero que él facilitaría este inconveniente con hacer que un moro tangerino fuese á la parte con él en la compañía de la barca y en la ganancia de las mercancías, y con esta sombra él vendría á ser señor de la barca, con que daba por acabado todo lo demás. Y puesto que á mí y á mis camaradas nos había parecido mejor lo de enviar por la barca á Mallorca, como la mora decía, no osamos contradecirle, temerosos de que si no hacíamos lo que él decía, nos había de descubrir y poner á peligro de perder las vidas, si descubriese el trato de Zoraida, por cuya vida diéramos todos las nuestras; y así determinamos de ponernos en las manos de Dios y en las del renegado; y en aquel mismo punto se le respondió á Zoraida: diciéndole que haríamos todo cuanto nos aconsejaba, porque lo había advertido tan bien como si Lela Marién se lo hubiera dicho, y que en ella sola estaba el dilatar aquel negocio ó ponello luego por obra. Ofrecímele de nuevo de ser su esposo, y con esto, otro día que acaeció á estar solo en el baño, en diversas veces con la caña y el paño nos dió dos mil escudos de oro, y un papel donde decía que el primer «jumá,» que es el viernes, se iba al jardín de su padre, y que antes que se fuese nos daría más dinero; y que si aquello no bastase, que se lo avisásemos, que nos daría cuanDON QUIJOTE .—5 TOMO II

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