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>»nos puedes avisar de todo lo que quisieres. A lo »que dices, que si fueres á tierra de cristianos, »que has de ser mi mujer, yo te lo prometo como »buen cristiano, y sabe que los cristianos cumplen »lo que prometen, mejor que los moros. Alá y »Marién su madre sean en tu guarda, señora mía.» Escrito y cerrado este papel, aguardé dos días á que estuviese el baño solo como solía, y luego salí al paso acostumbrado del terradillo por ver si la caña parecía, que no tardó mucho en asomar. Así como la vi, aunque no podía ver quien la ponía, mostré el papel como dando á entender que pusiesen el hilo; pero ya venía puesto en la caña, al cual até el papel, y de allí á poco tornó á aparecer nuestra estrella, con la blanca bandera de paz del atadillo. Dejáronla caer, y alcéla yo, y hallé en el paño en toda suerte de moneda de plata y de oro más de cincuenta escudos, los cuales cincuenta veces más doblaron nuestro contento, y confirmaron la esperanza de tener libertad. Aquella misma noche volvió nuestro renegado, y nos dijo que había sabido que en aquella casa vivía el mismo moro que á nosotros nos habían dicho, que se llamaba Agimorato, riquísimo por todo estremo, el cual tenía una sola hija heredera de toda su hacienda, y que era común opinión en toda la ciudad ser la más hermosa mujer de la Berbería; y que muchos de los virreyes que allí venían la habían pedido por mujer, y que ella nunca se había querido casar, y que también supo que tuvo una cristiana cautiva, que ya se había muerto. Todo lo cual concertaba con Ïo que venía en el papel. Entramos luego en consejo con el renegado, en qué orden se tendría para sacar á la mora y venirnos todos á tierra de crit