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cual era de quedarse en tierra de cristianos, y que por eso venían en corso con los demás turcos.

Con esto se escapan de aquel primer ímpetu, y se reconcilian con la Iglesia sin que se les haga daño; y cuando ven la suya se vuelven á Berbería á ser lo que antes eran. Otros hay que usan destos y los procuran con buen intento, y se quedan en tierra de cristianos. Pues uno de los renegados que he dicho era este amigo, el cual tenía firmas de todos nuestros camaradas, donde le acreditábamos cuanto era posible; y si los moros le hallaran estos papeles, le quemaran vivo. Supe que sabía muy bien arábigo, y no solamente hablarlo sino escribirlo; pero antes que del todo me declarase con él, le dije que me leyese aquel papel, que acaso me había hallado en un agujero de mi rancho. Abrióle y estuvo un buen espacio mirándole y construyéndole, murmurando entre los dientes. Preguntéle si lo entendía: díjome que muy bien, y que si quería que me lo declarase palabra por palabra, que le diese tinta y pluma, porque mejor lo hiciese. Dímosle luego lo que pedía, y él poco á poco lo fué traduciendo, y en acabando dijo: todo lo que va aquí en romance, sin faltar letra, es lo que contiene este papel morisco, y hase de advertir que donde dice; «Lela Marién,» quiere decir: «Nuestra Señora la Virgen María.» Leímos el papel, y decía así:

«Cuando yo era niña, tenía mi padre una escla»va, la cual en mi lengua me mostró la zala cris »tianesca, y me dijo muchas cosas de Lela Marién.

»>La cristiana murió, y yo sé que no fué al fuego, »sino con Alá, porque después la vi dos veces, »y me dijo que me fuese á tierra de cristianos »á ver á Lela Marién, que me quería mucho. No