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cupe á un renegado veneciano, que siendo brumete de una gran nave le cautivó el Uchalí, y le quiso tanto, que fué uno de los más regalados garzones suyos, y él vino á ser el más cruel renegado que jamás se ha visto. Llamábase Azanagá, y llegó á ser muy rico y á ser rey de Argel con el cual yo vine de Constantinopla, algo contento por estar tan cerca de España, no porque pensase escribir á nadie el desdichado suceso mío, sino por ver si era más favorable la suerte en Argel que en Constantinopla, donde ya había probado mil maneras de huirme, y ninguna tuvo sazón ni ventura; y pensaba en Argel buscar otros medios de alcanzar lo que tanto deseaba, porque jamás me desamparó la esperanza de tener libertad; y cuando en lo que fabricaba, pensaba y ponía por obra, no correspondía el suceso ó la intención, luego sin abandonarme fingía y buscaba otra esperanza que me sustentase, aunque fuese débil y flaca. Con esto entretenía la vida encerrado en una prisión ó casa que los turcos llaman «baño,» donde encierran los cautivos cristianos, así los que son del rey como de algunos particulares, y los que llaman del «almacén,» que es como decir cautivos del concejo, que sirven á la ciudad en las obras públicas que hace, y en otros oficios, y estos tales cautivos tienen muy dificultosa su libertad, que como son del común y no tienen amo particular, no hay con quien tratar su rescate, aunque le tengan. En estos baños, como tengo dicho, suelen llevar á sus cautivosalgunos particulares del pueblo, principalmente cuando son de rescate, porque allí los tienen holgados y seguros hasta que venga su rescate. También los cautivos del rey, que son de rescate, no salen al trabajo con la demás chusma, sino