Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/462

Esta página no ha sido corregida
— 458 —

en la huída; y tanto alcanza de fama el buen soldado, cuanto tiene de obediencia á sus capitanes y á los que mandar le pueden; y advertid, hijo, que al soldado le está mejor el oler á pólvora que á algalia, y que si la vejez os coje en este honroso ejercicio, aunque sea lleno de heridas y estropeado ó cojo, á lo menos no os podrá cojer sin honra, y tal que no os la podrá menoscabar la pobreza:

cuanto más que ya se va dando orden como se entretengan y remedien los soldados viejos y estropeados, porque no es bien que se haga con ellos lo que suelen hacer los que ahorran y dan libertad á sus negros cuando ya son viejos y no pueden servir, y echándolos de casa con títulos de libres, los hacen esclavos del hambre, de quien no piensan ahorrarse sino con la muerte; y por ahora no os quiero decir más, sino que subáis á las ancas deste mi caballo hasta la venta, y allí cenaréis conmigo, y por la mañana seguiréis el camino, que os le dé Dios tan bueno como vuestros deseos merecen.

El paje no aceptó el convite de las ancas, aunque sí el de cenar con él en la venta, y á esta sazón dicen que dijo Sancho entre sí:

— Válate Dios por señor! ¿y es posible que hombre que sabe decir tales, tantas y tan buenas cosas como aquí ha dicho, diga que ha visto los disparates tan imposibles que cuenta de la cueva de Montesinos? Ahora bien, ello dirá; y en esto llegaron á la venta á tiempo que anochecía y no sin gusto de Sancho por ver que su señor la juzgó por verdadera venta, y no por castillo, como solía. No hubieron bien entrado, cuando don Quijote preguntó al ventero por el hombre de las