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—Señor, replicó el mancebo, yo llevo en este envoltorio unos gregüescos de terciopelo, compañeros desta ropilla, si los gasto en el camino no me podré honrar con ellos en la ciudad, y no tengo con qué comprar otros: y así por esto como por orearme, voy desta manera para alcanzar unas compañías de infantería, que no están doce leguas de aquí, donde asentaré mi plaza, y no faltarán bagajes en que caminar de allí en adelante hasta el embarcadero, que dicen ha de ser en Cartagena; y más quiero tener por amo y por señor al Rey, y servirle en la guerra, que no á un pelón en la corte.

—¿Y lleva vuesa merced alguna ventaja por ventura? preguntó el primo.

—Si yo hubiera servido á algún grande de España, ó algún principal personaje, respondió el mozo, á buen seguro que yo la llevara, que eso tiene el servir á los buenos, que del tinelo suelen salir á ser alférez ó capitanes, ó con algún buen entretenimiento; pero yo, desventurado, servi siempre á catarriberas y á gente advenediza de ración y quitación tan mísera y atenuada, que en pagar el almidonar un cuello se consumía la mitad della, y sería tenido á milagro que un paje aventurero alcanzase alguna siquiera razonable ventura.

—Y dígame por su vida, amigo, preguntó don Quijote, es posible que en los años que sirvió no ha podido alcanzar la librea?

—Dos me han dado, respondió el paje; pero así como el que se sale de alguna religión, antes de profesar le quitan el hábito, y le vuelven sus vestidos, así me volvían á mí los míos mis amos, que