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semejantes a las que ahora diré: Hijos, para deciros que os quiero bien, basta saber que sois mis hijos; y para entender que os quiero mal, basta saber que no me voy á la mano en lo que toca á conservar vuestra hacienda, pues para que entendáis desde aquí adelante que os quiero como padre, y que no os quiero destruir como padrastro, quiero hacer una cosa con vosotros, que ha muchos días que la tengo pensada y con madura consideración dispuesta. Vosotros estáis ya en edad de tomar estado, ó á lo menos de elegir ejercicio tal, que cuando mayores os honre y aproveche; y lo que he pensado es hacer de mi hacienda cuatro partes; las tres os daré á vosotros, á cada uno lo que le tocare, sin exceder en cosa alguna, y con la otra me quedaré yo para vivir y sustentarme los días que el cielo fuere servido de darme de vida; pero querría que después que cada uno tuviese en su poder la parte que le toca de su hacienda, siguiese uno de los caminos que le diré.

Hay un refrán en nuestra España, á mi parecer muy verdadero, como todos lo son, por ser sentencias breves sacadas de la luenga y discreta experiencia, y el que yo digo, dice: Iglesia ó mar, ó casa real, como si más claramente dijera: quien quisiere valer y ser rico, siga ó la Iglesia, ó navegue ejercitando el arte de la mercancía, ó entre á servir á los reyes en sus casas, porque dicen:

Más vale migaja de rey, que merced de señor. Digo esto, porque querría y es mi voluntad, que uno de vosotros siguiese las letras, el otro la mercancía, y el otro sirviese al rey en la guerra, pues es dificultoso entrar á servirle en su casa, que ya que la guerra no dé muchas riquezas, suele dar mucho valor y mucha fama. Dentro de ocho días os daré