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Montesinos, con las mutaciones de Guadiana y de las lagunas de Ruidera, que me servirán para el «Ovidio español», que traigo entre manos. La tercera, entender la antigüedad de los naipes, que por lo menos ya se usaban en tiempo del Emperador Carlomagno, según puede colegirse de las palabras que vuesa merced dice que dijo Durandarte cuando al cabo de aquel grande espacio que estuvo hablando con él Montesinos, él despertó diciendo: Paciencia y barajar. Y esta razón y modo de hablar no lo pudo aprender encantado, sino cuando no lo estaba, en Francia y en tiempo del referido emperador Carlomagno. Y esta averiguación me viene pintiparada para el otro libro que voy componiendo, que es «Suplemento de Virgilio Polidoro en la invención de las antigüedades», y creo que en el suyo no se acordó de poner la de los naipes, como la pondré yo ahora, que será de mucha importancia, y más alegando autor tan grave y tan verdadero como es el señor Durandarte. La cuarta es haber sabido con certidumbre el nacimiento del río Guadiana, hasta ahora ignorado por las gentes.

—Vuesa merced tiene razón, dijo don Quijote:

pero querría yo saber, ya que Dios le haga merced de que se le dé licencia para imprimir esos libros, (que lo dudo) á quien piensa dirigirlos.

—Señores y grandes hay en España á quien puedan dirigirse, dijo el primo.

—No muchos, respondió don Quijote; y no porque no lo merezcan, sino que no quieren admitirlos por no obligarse á la satisfación que parece se debe al trabajo y cortesía de sus autores.

Un príncipe conozco yo que puede suplir la fal.