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<—448tas razones, se llegó á mí por un lado, sin que yo la viese venir, una de las dos compañeras de la sin ventura Dulcinea, y llenos los ojos de lágrimas, con turbada y baja voz me dijo: Mi señora Dulcinea del Toboso besa á vuesa merced las manos, y suplica á vuesa merced se la haga de hacerla saber cómo está y que por estar en una gran necesidad asimismo suplica á vuesa merced cuan encarecidamente puede, sea servido de prestarle sobre este faldellín que aquí traigo de cotonía nuevo, media docena de reales, ó los que vuesa merced tuviere, que ella da su palabra de volvérselos con mucha brevedad. Suspendióme y admiróme el tal recado, y volviéndome al señor Montesinos le pregunté: ¿Es posible, señor Montesinos, que los encantados principales padecen necesidad? A lo que él me respondió: Créame vuesa merced, señor don Quijote de la Mancha, que esta que llaman necesidad adonde quiera se usa, y por todo se estiende y á todos alcanza, y aun hasta á los encantados no perdona: y pues la señora Dulcinea del Toboso envia á pedir esos seis reales, y la prenda es buena, según parece, no hay sino dárselos, que sin duda debe de estar puesta en algún grande aprieto. Prenda no la tomaré yo, le respondí, ni menos le daré lo que pide, porque no tengo sino solos cuatro reales, los cuales le dí (que fueron los que tú, Sancho, me diste el otro día para dar limosna á los pobres que topase por los caminos), y le dije: Decid, amiga mía, á vuestra señora que á mí me pesa en el alma de sus trabajos, y que quisiera ser un Fúcar para remediarlos, y,