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rales, el que tiene mayor corazón es dotado de mayor valentía del que le tiene pequeño. Pues siendo esto así, y que realmente murió este caballero, ¿cómo ahora se queja y suspira de cuando en cuan do como si estuviese vivo? Esto dicho, el mísero Durandarte, dando una gran voz, dijo:

Oh mi primo Montesinos :) lo postrero que os rogaba, que cuando yo fuere muerto, y mi ánima arrancada, que llevéi. mi corazónadonde Belerma estaba, sacándomele del pecho, ya con puñal, ya con daga.

Oyendo lo cual el venerable Montesinos, se puso de rodillas ante el lastimado caballero, y con lágrimas en los ojos, le dijo: Ya, señor Durandarte, carísimo primo mío, ya hice lo que me mandasteis en el aciago día de nuestra pérdida; yo os saqué el corazón lo mejor que pude, sin que os dejase una mínima parte en el pecho, yo le limpié con un pañizuelo de puntas, yo partí con él de carrera para Francia, habiéndoos primero puesto en el seno de la tierra con tantas lágrimas, que fueron bastantes á lavarme las manos y limpiarme con ellas la sangre que tenían de haberos andado con ellas en las entrañas; y por más señas, primo de mi alma, en el primer lugar que topé saliendo de Roncesva lles, eché un poco de sal en vuestro corazón, por-