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yo ruído y estruendo salieron por ella una infinidad de grandísimos cuervos y grajos, tan espesos y con tanta priesa, que dieron con don Quijote en el suelo, y si él fuera tan agorero como católico cristiano, lo tuviera á mala señal y excusara de encerrarse en lugar semejante.

1 Finalmente se levantó, y viendo que no salían más cuervos ni otras aves nocturnas, como fueron murciélagos, que asimismo entre los cuervos salieron, dando soga el primo y Sancho, le dejaron calar al fondo de la caverna espantosa: y al entrar, echándole Sancho su bendición y haciendo sobre él mil cruces, dijo:

—Dios te guíe y la peña de Francia junto con la Trinidad de Gaeta, flor, nata y espuma de los caballeros andant Allá vas, valentón del mundo, corazón de acero, brazos de bronce: Dios te guíe otra vez, y te vuelva libre, sano y sin cautela á la luz desta vida que dejas por enterrarte en esta obscuridad que buscas.

Casi las mismas plegarias y deprecaciones hizo el primo. Iba don Quijote dando voces que le diesen soga y más soga, y ellos se la daban poco á poco; y cuando las voces, que acanaladas por la cueva salían, dejaron de oirse, ya ellos tenían descolgadas las cien brazas de soga. Fueron de parecer de volver á subir á don Quijote, pues no le podían dar más cuerda: con todo eso se detuvieron como media hora, al cabo del cual espacio volvieron á recoger la soga con mucha facilidad y sin peso alguno, señal que les hizo imaginar que don Quijote se quedaba dentro, y creyéndolo así Sancho, lloraba amargamente y tiraba con mucha priesa por desengañarse pero llegando, á su parecer, á poco más de las ochenta brazas, sintieron