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Consolado pues y pacífico Camacho y los de su mesnada, todos los de la de Basilio se sosegaron, y el rico Camacho, por mostrar que no sentía la burla, ni la estimaba en nada, quiso que las fiestas pasasen adelante como si realmente se desposara; pero no quisieron asistir á ellas Basilio ni su esposa ni sus secuaces, y así se fueron á la aldea de Basilio: que también los pobres virtuosos y discretos tienen quien los siga, honre y ampare, como los ricos tienen quien los lisonjee y acompañe. Lleváronse consigo á don Quijote, estimándole por hombre de valor y de pelo en pecho. A solo Sancho se le escureció el alma por verse imposibilitado de aguardar la espléndida comida y fiestas de Camacho, que duraron hasta la noche, y así asendereado y triste siguió á su señor, que con la cuadrilla de Basilio iba, y así se dejó atrás las ollas de Egipto, aunque las llevaba en el alma, cuya ya casi consumida y acabada espuma, que el caldero llevaba, le representaba la gloria y la abundancia del bien que perdía; y así acongojado y pensativo, aunque sin hambre, sin apearse del rucio siguió las huellas de Rocinante.