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grado, que había de ser tenido en respeto. Don Quijote á grandes voces decía:

—Teneos, señores, teneos, que no es razón toméis venganza de los agravios que el amor nos hace; y advertid que el amor y la guerra son una misma cosa; y así como en la guerra es cosa lícita y acostumbrada usar de ardides y estratagemas para vencer al enemigo, así en las contiendas y competencias amorosas se tienen por buenos los embustes y marañas que se hacen para conseguir el fin que se desea, como no sean en menoscabo y deshonra de la cosa amada. Quiteria era de Basilio, y Basilio de Quiteria por justa y favorable disposición de los cielos. Camacho es rico, y podrá comprar su gusto cuándo, dónde y cómo quisiere.

Basilio no tiene más de esta oveja, y no se la ha de quitar alguno por poderoso que sea, que á los dos que Dios junta no podrá separar el hombre; y el que lo intentare, primero ha de pasar por la punta desta lanza; y en esto la blandió tan fuerte y tan diestramente, que puso pavor en todos los que no le conocían; y tan intensamente se fijó en la imaginación de Camacho, el desdén de Quiteria, que se la borró de la memoria en un instante, y así tuvieron lugar con él las persuasiones del cura, que era varón prudente y bien intencionado, con las cuales quedó Camacho y los de su parcialidad pacíficos y sosegados; en señal de lo cual volvieron las espadas á sus lugares, culpando más á la facilidad de Quiteria, que á la industria de Basilio, haciendo discurso Camacho, que si Quiteria quería bien á Basilio doncella, también le quisiera casada, y que debía dar gracias al cielo, más por habérsela quitado que por habérsela dado.