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dición, y pidió al cielo diese buen paso al alma del desposado; el cual así como recibió la bendición, con presta ligereza se levantó en pie, y con no vista desenvoltura se sacó el estoque, á quien servía de vaina su cuerpo. Quedaron todos los circunstantes admirados, y alguno dellos, más simples que curiosos, en altas voces comenzaron á decir: Milagro! ¡milagro! Pero Basilio replicó:

—No milagro, milagro, sino industria, industria.

El cura desatentado y atónito acudió con ambas manos á tentar la herida, y halló que la cuchilla había pasado no por la carne y costillas de Basilio, sino por un cañón hueco de hierro, que lleno de sangre en aquel lugar bien acomodado tenía, preparada la sangre, según después se supo, de modo que no se le helase. Finalmente, el cura y Camacho con todos los más circunstantes se tuvieron por burlados y escarnidos. La esposa no dió muestras de pesarle de la burla, antes oyendo decir que aquel casamiento por haber sido engañoso no había de ser valedero, dijo que ella le confirmaba de nuevo, de lo cual coligieron todos que de consentimiento y sabiduría de los dos se había trazado aquel caso, de lo que quedó Camacho y sus valedores tan corridos, que remitieron su venganza á las manos, y desenvainando muchas espadas arremetieron á Basilio, en cuyo favor en un instante se desenvainaron casi otras tantas, y tomando la delantera á caballo don Quijote con la lanza sobre el brazo, y bien cubierto de su escudo, se hacía dar lugar de todos. Sancho, á quien jamás pluguieron ni solazaron semejantes fechurias, se acogió á las tinajas donde había sacado su agradable espuma, pareciéndole aquel lugar como sa-