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CAPITULO XXI

Donde se prosiguen las bodas de Camacho, con otros gustosos sucesos.

Cuando estaban don Quijote y Sancho en las razones referidas en el capítulo antecedente, se oyeron grandes voces y gran ruido, y dábanlas y causábanle los de las yeguas, que con larga carrera y grita iban á recebir á los novios, que rodeados de mil géneros de intrumentos y de invenciones venían acompañados del cura y de la parentela de entrambos, y de toda la gente más lucida de los lugares circunvecinos, todos vestidos de fiesta. Y como Sancho vió á la novia, dijo:

—A buena fe que no viene vestida de labradora, sino de garrida palaciega. Pardiez que según diviso, que las patenas que había de traer son ricos corales, y la palmilla verde de Cuenca es terciopelo de treinta pelos; y montas, que la guarnición es de tiras de lienzo blanco, voto á mí que es de DON QUIJOTE .—27 TOMO II

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