Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/42

Esta página no ha sido corregida
— 38 —

gidos de cabeza, indigestiones de estómago y otras cosas adherentes, que en parte yo las tengo referidas; más llegar uno por sus términos á ser buen soldado, le cuesta todo lo que al estudiante, en tanto mayor grado, que no tiene comparación, porque á cada paso está á pique de perder la vida.

¿Y qué temor de necesidad y pobreza puede llegar ni fatigar al estudiante, que llegue al que tiene un soldado, que hallándose cercado en alguna fuerza, y estando de posta ó guarda en algún rebellín ó caballero, siente que los enemigos están minando hacia la parte donde él está, y no puede apartarse de allí por ningún caso, ni huir el peligro que de tan cerca le amenaza? Sólo lo que puede hacer es dar noticia á su capitán de lo que pasa, para que lo remedie con alguna contramina, y él estarse quedo temiendo y esperando cuando improvisamente ha de subir á las nubes sin alas, y bajar al profundo sin su voluntad. Y si este parece pequeño peligro, veamos si le iguala ó hace ventaja el de embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del que conceden dos pies de tabla del espolón; y con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan, cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría á visitar los profundos senos de Neptuno, y con todo esto con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone á ser blanco de tanta arcabucería, y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que más es de admirar, que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta e.