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pidieron así el labrador como el bachiller, pero él dió por disculpa, bastantísima á su parecer, ser costumbre de los caballeros andantes dormir por los campos y florestas antes que en los poblados, aunque fuese debajo de dorados techos; y con esto se desvió un poco del camino, bien contra la voluntad de Sancho, viniéndosele á la memoria el buen alojamiento que había tenido en el castillo ó casa de don Diego.

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<—404burea CAPITULO XX

Donde se cuentan las bodas de Camacho el rico, con el suceso de Basilio el pobre.

Apenas la blanca aurora había dado lugar á que el luciente Febo, con el ardor de sus calientes rayos, las líquidas perlas de sus cabellos de oro enjugase, cuando don Quijote, sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó á su escudero Sancho, que aun todavía roncaba: lo cual visto por don Quijote, antes que le despertase, le dijo:

Oh tú, bienaventurado sobre cuantos viven