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<—397taban por entretenimiento en el pueblo los amores de los dos niños Basilio y Quiteria. Fué creciendo la edad, y acordó el padre de Quiteria de estorbar á Basilio la ordinaria entrada que en su casa tenía; y por quitarse de andar receloso y lleno de sospechas, ordenó de casar á su hija con el rico Camacho, no pareciéndole ser bien casarla con Basilio, que no tenía tantos bienes de fortuna como de naturaleza: pues si va á decir las verdades sin envidia, él es el más ágil mancebo que conocemos, gran tirador de barra, luchador extremado y gran jugador de pelota; corre como un gamo, salta más que una cabra, y birla á los bolos como por encantamento: canta como una calandria, y toca una guitarra que la hace hablar, y sobre todo juega una espada como el más pintado.

—Por esa sola gracia, dijo á esta sazón don Quijote, merecía ese mancebo, no sólo casarse con la hermosa Quiteria, sino con la misma reina Ginebra, si fuera hoy viva, á pesar de Lanzarote y de todos aquellos que estorbarlo quisieran.

A mi mujer con eso, dijo Sancho Panza, (que hasta entonces había ido callando y escuchando) la cual no quiere sino que cada uno case con su igual, ateniéndose al refrán que dice:

Cada oveja con su pareja. Lo que yo quisiera es que ese buen Basilio, que ya me le voy aficionando, se casara con esa señora Quiteria, que buen siglo hayan y buen pozo (iba á decir al revés) los que estorban que se casen los que bien se quieren.

—Si todos los que bien se quieren se hubiesen de casar, dijo don Quijote, quitaríase la elección y ju-