Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/400

Esta página no ha sido corregida
— 396 —

—No son, respondió el estudiante, sino de un labrador y una labradora; él el más rico de toda esta tierra, y ella la más hermosa que han visto los hombres. El aparato con que se han de hacer es extraordinario y nuevo, porque se han de celebrar en un prado que está junto al pueblo de la novia, á quien por excelencia llaman Quiteria la hermosa, y el desposado se llama Camacho el rico, ella de diez y ocho años, y él de veintidos:

ambos para en uno, aunque algunos curiosos que tienen de memoria los linajes de todo el mundo, quieren decir que el de la hermosa Quiteria se aventaja al de Camacho; pero ya no se mira en esto, que las riquezas son poderosas de soldar muchas quiebras. En efecto, el tal Camacho es liberal, y hásele antojado de enramar y cubrir todo el prado por arriba, de tal suerte que el sol se ha de ver en trabajo si quiere entrar á visitar las yerbas verdes de que está cubierto el suelo. Tiene asimismo maheridas danzas, así de espadas como de cascabel menudo, que hay en su pueblo quien los repique y sacuda por extremo: de zapateadores no digo nada, que es un juicio los que tiene muñidos; pero ninguna de las cosas referidas, ni otras muchas que he dejado de referir, ha de hacer más memorables estas bodas, sino las que imagino que hará en ellas el despechado Basilio. Es este Basilio un zagal vecino del mismo lugar de Quiteria, el cual tenía su casa pared en medio de la de los padres de Quiteria, de donde tomó ocasión el amor de renovar al mundo los ya olvidados amores de Píramo y Tisbe, porque Basilio se enamoró de Quiteria desde sus tiernos y primeros años, y ella fué correspondiendo á su deseo con mil honestos favores, tanto que se conpis