Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/40

Esta página no ha sido corregida
— 36 —

soldado, y veremos que no hay ninguno más pobre en la misma pobreza, porque está atenido á la miseria de su paga, que viene ó tarde ó nunca, ó á lo que garbeare por sus manos con notable peligro de su vida y de su conciencia; y á veces suele ser su desnudez tanta, que un coleto acuchillado le sirve de gala y de camisa, y en la mitad del invierno se suele reparar de las inclemencias del cielo, estando en la campaña rasa, con sólo el aliento de su boca; que como sale de lugar vacío, tengo por averiguado que debe de salir frío contra toda naturaleza. Pues esperad que espere que llegue la noche para restaurarse de todas estas incomodidades en la cama que le aguarda, la cual si no es por su culpa, jamás pecará de estrecha, que bien puede medir en la tierra los pies que quisiere, y revolverse en ella á su sabor, sin temor que se le encojan las sábanas. Lléguese pues á todo esto, el día y la hora de recebir el grado de su ejercicio, lléguese un día de batalla, que allí le pondrán la borla en la cabeza hecha de hilas para curarle algún balazo que quizá le habrá pasado las sienes, ó le dejará estropeado de brazo ó pierna ; y cuando esto no suceda, sino que el cielo piadoso le guarde y conserve sano y vivo, podrá ser que se quede en la misma pobreza que antes estaba, y que sea menester que suceda uno y otro reencuentro, una y otra batalla, y qué de todas salga vencedor, para medrar en algo; pero estos milagros vense raras veces. Pero decidme, señores, si habéis mirado en ello, ¿cuán menos son los premiados por la guerra, que los que han perecido en ella? Sin duda habéis de responder que no tienen comparación ni se pueden reducir á cuenta los muertos, y que se podrán contar los premiados