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y dos pares de medias de cordellate; el otro no traía otra cosa que dos espadas negras, de esgrima, nuevas y con sus zapatillas. Los labradores traían otras cosas que daban indicio y señal que venían de alguna villa grande donde las habían comprado, y las llevaban á su aldea: y así estudiantes como labradores cayeron en la misma admiración en que caían todos aquellos que por vez primera veían á don Quijote, y morían por saber qué hombre fuese aquel tan fuera del uso de los otros hombres. Saludóles don Quijote, y después de saber el camino que llevaban, que era el mismo que él hacía, les ofreció su compañía, y les pidió detuviesen el paso, porque caminaban más sus pollinas que su caballo; y para obligarlos, en breves razones les dijo quién era, y su oficio y profesión, que era de caballero andante, que iba á buscar las aventuras por todas las partes del mundo.

Dijoles que se llamaba de nombre propio don Quijote de la Mancha, y por el apelativo el caballero de los Leones. Todo esto para los labradores era hablarles en griego ó en jerigonza; pero no para los estudiantes, que luego entendieron la flaqueza del celebro de don Quijote; pero con todo eso le miraban con admiración y con respeto, y uno de ellos le dijo:

—Si vuesa merced, señor caballero, no lleva camino determinado, como no le suelen llevar los que buscan las aventuras, vuesa merced se venga con nosotros, verá una de las mejores bodas y más ricas que hasta el día de hoy se habrán celebrado en la Mancha, ni en otras muchas leguas á la redonda.

Preguntóle don Quijote si eran de algún prín—, sipe, que así las ponderaba.