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Salió el deseo de compás, y el paso de la imprudente virgen solicita por su gusto su muerte: ved qué historia.

Que á entrambos en un punto, ¡oh estraño (caso !) los mata, los encubre y resucita una espada, un sepulcro, una memoria.

—Bendito sea Dios, dijo don Quijote habiendo oído el soneto á don Lorenzo, que entre los infinitos poetas consumidos que hay, he visto un consumado poeta, como lo es vuesa merced, señor mío, que así me lo da á entender el artificio deste soneto.

Cuatro días estuvo don Quijote regaladísimo en la casa de don Diego, al cabo de los cuales le pidió licencia para irse, diciéndole que le agradecía la merced y buen tratamiento que en su casa había recibido: pero que por no parecer bien que los caballeros andantes se den muchas horas al ocio y al regalo, se quería ir á cumplir con su ofieio, buscando las aventuras, de quien tenía noticia que en aquella tierra abundaban, donde esperaba entretener el tiempo hasta que llegase el día de las justas de Zaragoza, que era el de su derecha derrota; y que primero había de entrar en la cueva de Montesinos, de quien tantas y tan admirables cosas en aquellos contornos se contaban, sabiendo é inquiriendo asimismo el nacimiento y verdaderos manantiales de las siete lagunas llamadas comunmente de Ruidera. Don Diego y su hijo le alabaron su honrosa determinación, y le dijeron que tomase de su casa y de su hacienda todo lo