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don Diego, que con su madre había salido á recibirle, y madre y hijo quedaron suspensos de ver la extraña figura de don Quijote el cual apeándose de Rocinante fué con mucha cortesía á pedirle las manos para besarlas, y don Diego dijo:

—Recebid, señora, con vuestro sólito agrado al señor don Quijote de la Mancha, que es el que tenéis delante, andante caballero, y el más valiente y el más discreto que tiene el mundo.

La señora, que doña Cristina se llamaba, le recibió con muestras de mucho amor y de mucha cortesía, y don Quijote se le ofreció con azaz de discretas y comedidas razones. Casi los mismoscomedimientos pasó con el estudiante, que en oyéndole hablar don Quijote le tuvo por discreto y agudo. Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en ella lo que contiene una casa de un caballero labrador rico; pero al traductor desta historia le pareció pasar estas y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el propósito principal de la historia, la cual tiene más su fuerza en la verdad, que en las frías digresiones. Entraron á don Quijote en una sala, desarmóle Sancho, quedó en valones y en jubón de camuza, todo bisunto con la mugre de las armas: el cuello era valona á la estudiantil, sin almidón y randas; los borceguíes eran datilados y encerados los zapatos. Ciñóse su buena espada, que pendía de un tahalí de piel de lobo marino que es opinión que muchos años fué enfermo de los riñones, y cubrióse con un herreruelo de buen paño pardo; pero antes de todo con cinco calderos ó seis de agua (que en la cantidad de