Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/38

Esta página no ha sido corregida
— 34 —

<—34cantaron en los aires: «Gloria sea en las alturas, y paz en la tierra á los hombres de buena voluntad;» y la salutación que el mejor Maestro de la tierra y del cielo enseñó á sus allegados y favorecidos, fué decirles, que cuando entrasen en alguna casa díjesen: «Paz sea en esta casa> :

y otras muchas veces les dijo: «Mi paz os doy, mi paz os dejo, paz sea entre vosotros»; bien como joya y prendada y dejada de tal mano, joya que sin ella en la tierra ni en el cielo puede haber bien alguno. Esta paz es el verdadero fin de la guerra, que lo mismo es decir armas que guerra. Prosupuesta pues esta verdad, que el fin de la guerra es la paz, y que en esto hace ventaja al fin de las letras, vengamos ahora á los trabajos del cuerpo del letrado, y á los del fesor de las armas, y. véase cuáles son mayores.

De tal manera y por tan buenos términos iba prosiguiendo en su plática don Quijote, que obligó á que por entonces ninguna de los que escuchándole estaban, le tuviesen por loco: antes como todos los más eran caballeros, á quien son anejas las armas, le escuchaban de muy buena gana, y él prosiguió diciendo:

—Digo pues, que los trabajos del estudiante son estos principalmente pobreza, no porque todos sean pobres, sino por poner este caso en todo el estremo que pueda ser; y en haber dicho que padece pobreza, me parece que no había que decir más de su malaventura, porque quien es pobre no tiene cosa buena. Esta pobreza la padece por sus partes, ya en hambre, ya en frío, ya en desnudez, ya en todo junto; pero con todo esto no es tanta, que no coma aunque sea un poco más tarde de lo que se usa, aunque sea de las so