Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/379

Esta página no ha sido corregida
— 375 —

carro, encomendándose á Dios de todo corazón, y luego á su señora Dulcinea. Y es de saber, que llegando á este paso el autor desta verdadera historia exclama y dice: ¡Oh fuerte y sobre todo encarecimiento animoso don Quijote de la Mancha, espejo donde se pueden mirar todos los valientes del mundo, segundo y nuevo don Manuel de León, que fué gloria y honra de los españoles caballeros! ¿Con qué palabras contaré esta tan espantosa hazaña, ó con qué razones la haré creíble en los siglos venideros, ó qué alabanzas habrá que no te convengan y cuadren, aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles? Tú á pie, tú solo, tú intrépido, tú magnánimo, con solo una espada, y no las del Perrillo cortadoras, con un escudo, no de muy luciente y limpio acero, estás aguardando y atendiendo los dos más fieros leones que jamás criaron las africanas selvas. Tus mismos hechos sean los que te alaben, valeroso manchego, que yo los dejo aquí en su punto por faltarme palabras con que encarecerlos. Aquí cesó la referida exclamación del autor, y pasó adelante anudando el hilo de la historia diciendo:

Que habiendo visto el leonero ya puesto en postura á don Quijote, y que no podía dejar de soltar al león macho, so pena de caer en la desgracia del indignado y atrevido caballero, abrió de par en par la primera jaula, donde estaba, como se ha dicho, el león, el cual pareció de grandeza extraordinaria y de espantable y fea catadura. Lo primero que hizo fué revolverse en la jaula donde venía echado, y tender la garra, y desperezarse todo: abrió luego la boca y bostezó muy despacio, y con casi dos palmos de lengua que sacó fuera se despolvoreó los