Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/365

Esta página no ha sido corregida
— 361 —

la amarillez de mi rostro, ni mi atenuada flaqueza os podrá admirar de aquí adelante, habiendo ya sabido quién soy yo y la profesión que hago.

Calló en diciendo esto don Quijote, y el de lo Verde, según se tardaba en responderle, parecía que no acertaba á hacerlo; pero de allí á buen espacio le dijo:

Acertasteis, señor caballero, á conocer por mi suspensión mi deseo; pero no habéis acertado á quitarme la maravilla que en mí causa el haberos visto, que puesto que como vos, señor, decís que el saber ya quién sois me la podría quitar, no ha sido así, antes agora que lo sé quedo más suspenso y maravillado. ¿Cómo? ¿y es posible que haya hoy caballeros andantes en el mundo, y que hay historias impresas de verdaderas caballerías? No me puedo persuadir que haya hoy en la tierra quien favorezca viudas, ampare doncellas, ni honre casadas, ni socorra huérfanos, y no lo creyera si en vuesa merced no lo hubiera visto con mis ojos.

Bendito sea el cielo, que con esa historia que vuesa merced dice que está impresa de sus altas y verdaderas caballerías se habrán puesto en olvido las innumerables de los fingidos caballeros andantes de que estaba lleno el mundo, tan en daño de las buenas costumbres, y tan en perjuicio y descrédito de las buenas historias.

—Hay mucho que decir, respondió don Quijote, y quédese esto aquí, que si nuestra jornada dura, espero en Dios de dar á entender á vuesa merced que ha hecho mal en irse con la corriente de los que tienen por cierto que no son verdaderas.

Desta última razón de don Quijote tomó barruntos el caminante de que don Quijote debía de