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vos, aunque parecéis el bachiller Sansón Carrasco, no lo sois, sino otro que le parece, y que en su figura aquí me le han puesto mis enemigos, para que detenga y temple el ímpetu de mi cólera, y para que use blandamente de la gloria del vencimiento.

—Todo lo confieso, juzgo y siento como vos lo creéis, juzgáis y sentís, respondió el derrengado caballero. Dejadme levantar, os ruego, si es que lo permite el golpe de mi caída, que asaz mal trecho me tiene.

Ayudóle á levantar don Quijote y Tomé Cecial su escudero, del cual no apartaba los ojos Sancho, preguntándole cosas, cuyas respuestas le daban manifiestas señales de que verdaderamente era el Tomé Cecial que decía: mas la aprehensión que en Sancho había hecho lo que su amo dijo de que los encantadores habían mudado la figura del caballero de los Espejos en la del bachiller Sansón Carrasco no le dejaba dar crédito á la verdad que con los ojos estaba mirando. Finalmente se quedaron con este engaño amo y mozo, y el de los Espejos y su escudero mohinos y malandantes se apartaron de don Quijote y Sancho, con intención de buscar algún lugar donde bizmarle y entablarle las costillas. Don Quijote y Sancho volvieron á proseguir su camino de Zaragoza, donde los deja la historia, por dar cuento de quién era el caballero de los Espejos y su narigante escudero.