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gudo escudero: Tomé Cecial soy, compadre y amigo Sancho Panza, y luego os diré los arcaduces, embustes y enredos por donde soy aquí venido, y en tanto pedid y suplicad al señor vuestro amo que no toque, maltrate, ni hiera ni mate al caballero de los Espejos, que á sus pies tiene, porque sin duda alguna es el atrevido y mal aconsejado bachiller Sansón Carrasco nuestro compatriota.

En esto volvió en sí el de los Espejos, lo cual visto por don Quijote le puso la punta desnuda de su espada encima del rostro, y le dijo:

—Muerto sois, caballero, si no confesáis que la sin par Dulcinea del Toboso se aventaja en belleza á vuestra Casildea de Vandalia, y demás de esto habéis de prometer, (si desta contienda y caída quedáredes con vida) de ir á la ciudad del Toboso, y presentaros en su presencia de mi parte, para que haga de vos lo que más en voluntad le viniere; y si os dejare en la vuestra, asimismo habéis de volver á buscarme, que el rastro de mis hazañas os servirá de guía que os traiga donde yo estuviere, y á decirme lo que con ella hubiéredes pasado; condiciones que conforme á la que pusimos antes de nuestra batalla, no salen de los términos de la andante caballería.

—Confieso, dijo el caído caballero, que vale más el zapato descosido y sucio de la señora Dulcinea del Toboso que las barbas mal peinadas aunque limpias de Casildea, y prometo de ir y volver de su presencia á la vuestra, y daros entera y particular cuenta de lo que me pedís.

—También habéis de confesar y creer, añadió don Quijote, que aquel caballero que vencísteis no fué ni pudo ser don Quijote de la Mancha, sino otro que se le parecía, como yo confieso y creo, que