Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/348

Esta página no ha sido corregida
— 344 —

<—344han de echar dentro de las talegas, porque no se las lleve el aire, media docena de guijarros lindos y pelados, que pesen tanto los unos como los otros, y desta manera nos podremos atalegar sin hacernos mal ni daño.

—Mirad ¡cuerpo de mi padre! respondió Sancho, qué martas cebollinas ó qué copos de algodón cargado pone en las talegas para no quedar molidos los cascos, y hechos alheña los huesos; pero aunque se llenaran de capullos de seda, sepa, señor mío, que no he de pelear: peleen nuestros amos, y allá se lo hayan, y bebamos y vivamos nosotros, que el tiempo tiene cuidado de quitarnos las vidas, sin que andemos buscando apetitos para que se acaben antes de llegar su sazón y término y que se cayan de maduras.

—Con todo, replicó el del Bosque, hemos de pelear siquiera media hora.

—Eso no, respondió Sancho, no seré yo tan descortés ni tan desagradecido que con quien he comido y bebido trabe cuestión alguna, por mínima que sea; cuanto más, que estando sin cólera y sin enojo, ¿quién diablos se ha de amañar á reñir á secas?

—Para eso, dijo el del Bosque, yo daré un suficiente remedio, y es, que antes que comencemos la pelea, yo me llegaré bonitamente á vuesa merced y le daré tres ó cuatro bofetadas que dé con él á mis pies, con las cuales le haré despertar la cólera aunque esté con más sueño que un lirón.

—Contra ese corte sé yo otro, respondió Sancis, que no le va en zaga: cogeré yo un garrote, y an tes que vuesa merced llegue á despertarme la cólera, haré yo dormir á garrotazos de tal suerte la suya, que no despierte si no fuere en el otro mua-