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grinaciones y en ásperos y duros trabajos este tu cautivo caballero? No basta ya que he hecho que te confiesen por la más hermosa del mundo todos los caballeros de Navarra, todos los leoneses, todos los tartesios, todos los castellanos, y finalmente todos los caballeros de la Mancha?

—Eso no, dijo á esta sazón don Quijote, que yo soy de la Mancha, y nunca tal he confesado, ni podía ni debía confesar una cosa tan perjudicial á la belleza de mi señora; y este tal caballero, ya ves tú Sancho, que desvaría. Pero escuchemos, quizá se declarará más.

—Si hará, replicó Sancho, que término lleva de quejarse un mes arreo.

Pero no fué así, porque habiendo entreoído el caballero del Bosque que hablaban cerca dél, sin pasar adelante en su lamentación se puso en pie, y dijo con voz sonora y comedida:

—¿Quién va allá? ¿Qué gente? ¿Es por ventura de la del número de los contentos, ó de la del de los afligidos?

—De los afligidos, respondió don Quijote.

—Pues lléguese á mí, respondió el del Bosque, y hará cuenta que se llega á la mesma tristeza y á la aflicción mesma.

Don Quijote, que se vió responder tan tierna y comedidamente, se llegó á él, y Sancho ni más ni menos. El caballero lamentador asió á don Quijote del brazo, diciendo:

—Sentaos aquí, señor caballero, que para entender que lo sois, y de los que profesan la andante caballería, bástame el haberos hallado en eslugar, donde la soledad y el sereno os hacen