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—Apéate, amigo, y quita los frenos á los caballos que á mi parecer este sitio abunda de yerba para ellos, y del silencio y soledad que han menester mis amorosos pensamientos.

El decir esto y el tenderse en el suelo todo fué á un mesmo tiempo, y al arrojarse hicieron ruido las armas de que venía armado: manifiesta señal por donde conoció don Quijote que debía de ser caballero andante: y llegándose á Sancho que dormía, le trabó del brazo y con no pequeño trabajo le volvió en su acuerdo, y con voz baja le dijo:

—Hermano Sancho, aventura tenemos.

—Dios nos la dé buena, respondió Sancho, ¿y adónde está, señor mío, su merced de esa señora aventura?

—¿Adónde, Sancho? replicó don Quijote, vuelve los ojos y mira, y verás allí tendido un andante caballero, que á lo que á mí se me trasluce no debe de estar demasiado alegre, porque le ví arrojar del caballo y tenderse en el suelo con algunas muestras de despecho, y al caer le crujieron las armas.

—Pues en que halla vuesa merced, dijo Sancho, que esta sea aventura?

—No quiero yo decir, respondió don Quijote, que esta sea aventura del todo, sino principio della, que por aquí se comienzan las aventuras.

Pero escucha, que á lo que parece templando está un laúdó vihuela, y según escupe y se desembaraza el pecho, debe de prepararse para cantar algo.

—A buena fe que es así, respondió Sancho, y que debe ser caballero enamorado.

—No hay ninguno de los andantes que no lo