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<—323—Si he visto, respondió Sancho.

—Pues lo mesmo, dijo don Quijote, acontece en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontifices, y finalmente todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia, pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, á todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura.

— Brava comparación! dijo Sancho, aunque no tan nueva que yo no la haya oido muchas y diversas veces, como aquella del juego de ajedrez, que mientras dura el juego cada pieza tiene su particular oficio, y en acabándose el juego todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura.

—Cada día, Sancho, dijo don Quijote, te vas haciendo menos simple y más discreto.

—Sí, que algo se me ha de pegar de la discreción de vuesa merced, respondió Sancho; que las tierras que de suyo son estériles y secas, estercolándolas vienen á dar buenos frutos; quiero decir, que la conversación de vuesa merced ha sido el estiércol que sobre la estéril tierra de mi seco ingenio ha caido, la cultivación el tiempo que ha que le sirvo y comunico; y con esto espero de dar frutos de mí que sean de bendición, tales que no desdigan ni deslicen de los senderos de la buena crianza que vuesa merced ha hecho en el agostado entendimiento mío.

Rióse don Quijote de las afectadas razones de Sancho, y parecióle ser verdad lo que decía de su emienda, porque de cuando en cuando hablaba de manera que le admiraba, puesto que todas