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es la octava del Corpus, el auto de las Cortes de la muerte, y hémosle de hacer esta tarde en aquel lugar que desde aquí se parece; y por estar tan cerca y escusar el trabajo de desnudarnos y volvernos á vestir, nos vamos vestidos con los mismos vestidos que representamos. Aquel mancebo va de muerte, el otro de ángel, aquella mujer, que es la del autor, va de reina, el otro de soldado, aquel de emperador y yo de demonio, y soy una de las principales figuras del auto, porque hago en esta compañía los primeros papeles. Si otra cosa vuesa merced desea saber de nosotros, pregúntemelo, que yo le sabré responder con toda puntualidad, que como soy demonio todo se me alcanza.

—Por la fe de caballero andante, respondió don Quijote, que así como vi este carro imaginé que alguna grande aventura se me ofrecía, y ahora digo que es menester tocar las apariencias con la mano para dar lugar al desengaño. Andad con Dios, buena gente, y haced vuestra fiesta, y mirad si mandáis algo en que pueda seros de provecho, que lo haré con buen ánimo y buen talante, porque desde muchacho fuí aficionado á la carátula, y en mi mocedad se me iban los ojos tras de la farándula.

Juve Estando en estas pláticas quiso la suerte que llegase uno de la compañía, que venía vestido de bojiganga con muchos cascabeles, y en la punta de un palo traía tres vejigas de vaca hinchadas, el cual moharracho llegándose á don Quijote comenzó á esgrimir el palo y á sacudir el suelo con las vejigas, y á dar grandes saltos sonando los cascabe—" les, cuya mala visión así alborotó á Rocinante, que sin ser poderoso á detenerle don Quijote, tomando el freno entre los dientes, dió á correr por el campo con más ligereza que jamás prometieron los hue-