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«—316pero estorbóselo una carreta que salió á través del camino, cargada de los más diversos y extraños personajes y figuras que pudieron imaginarse. El que guiaba las mulas y servía de carretero era un feo demonio. Venía la carreta descubierta al cielo abierto, sin toldo ni zarzo. La primera figura que se ofreció á los ojos de don Quijote fué la de la misma muerte, con rostro humano; junto á ella venía un ángel con unas grandes y pintadas alas; al un lado estaba un emperador con una corona al parecer de oro en la cabeza; á los pies de la muerte estaba el dios que llaman Cupido, sin venda en los ojos, pero con su arco, carcaj y saetas; venía también un caballero armado de punta en blanco, excepto que no traía morrión ni celada, sino un sombrero lleno de plumas de diversos colores: con estas venían otras personas de diferentes trajes y rostros. Todo lo cual visto de improviso, en alguna manera alborotó á don Quijote y puso miedo en el corazón de Sancho; mas luego se alegró don Quijote creyendo que se le ofrecía alguna nueva y peligrosa aventura; y con este pensamiento y con áni mo dispuesto de acometer cualquier peligro, s puso delante de la carreta, y con voz alta y amenazadora dijo:

—Carretero, cochero ó diablo, ó lo que eres, no tardes en decirme quién eres, á dó vas, y quién es la gente que llevas en tu carricoche, que más parece la barca de Carón, que carreta de las que ce usan.

A lo cual mansamente, deteniendo el diablo la carreta, respondió:

—Señor, nosotros somos recitantes de la compañía de Angulo el Malo; hemos hecho en un lugar que está detrás de aquella loma, e a mañana, que