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disimular la risa, oyendo las sandeces de su amo, tan delicadamente engañado. Finalmente, después de otras muchas razones que entre los dos pasaron, volvieron á subir en sus bestias y siguieron el camino de Zaragoza, adonde pensaban llegar á tiempo que pudiesen hallarse en unas solenes fiestas que en aquella insigne ciudad cada año suelen hacerse; pero antes que allá llegasen les sucedieron cosas, que por muchas, grandes y nuevas, merecen ser escritas y leídas, como se verá adelante.

CAPITULO XI

De la extraña aventura que le sucedió al valeroso don Quijote con el carro ó carreta de las Cortes de la muerte Pensativo á demás iba don Quijote por su camino adelante considerando la mala burla que le habían hecho los encantadores volviendo á su señora Dulcinea en la mala figura de la aldeana, y no imaginaba qué remedio tendría para volverla á su sér primero; y estos pensamientos le llevaban tan fuera de sí, que sin sentirlo soltó las riendas á Rocinante, el cual sintiendo la libertad que se le daba, á cada paso se detenía á pacer la verde yerba, de que aquellos campos abundaban:

De su embelesamiento le volvió Sancho Panza diciéndole:

—Señor, las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias: