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<—309cia. Yo soy Sancho Panza su escudero, y él es el asendereado caballero de la Triste Figura.

A esta sazón ya se había puesto don Quijote de hinojos junto á Sancho, y miraba con ojos desencajados y vista turbada á la que Sancho llamaba reina y señora; y como no descubría en ella sino una moza aldeana y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata, estaba suspenso y admirado, sin osar despegar los labios. Las labradoras estaban asimismo atónitas viendo aquellos dos hombres tan diferentes hincados de rodillas, que no dejaban pasar adelante á su compañera; pero rompiendo el silencio la detenida, toda desgraciada y mohina, dijo:

—Apártense nora en tal del camino, y déjennos pasar, que vamos de priesa.

A lo que respondió Sancho:

—¡Oh princesa y señora universal del Toboso!

¿cómo vuestro magnánimo corazón no se enternece viendo arrodillado ante vuestra sublimada presencia á la coluna y sustento de la andante caballería?

Oyendo lo cual otra de las dos dijo:

—Mas yo que te estrego, burra de mi suegro:

mirad con qué se vienen los señoritos ahora á hacer burla de las aldeanas, como si aquí no supiésemos echar pullas como ellos: vayan su camino, é déjennos hacer el nueso, y serles ha sano.

—Levántate, Sancho, dijo á este punto don Quijote, que ya veo que la fortuna de mi mal no harta, tiene tomados los caminos todos por donde pueda venir algún contento á esta ánima mezquina que tengo en las carnes. Y tú oh extremo del valor que puede desearse, término de la humana gentileza, único remedio deste afligido corazón que