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que de ser buenos los despojos de la primera aventura no está muy cierto.

Ya en esto salieron de la selva y descubrieron cerca á las tres aldeanas. Tendió don Quijote los ojos por todo el camino del Toboso, y como no vió sino á las tres labradoras, turbóse todo, y preguntó á Sancho si las había dejado fuera de la ciudad.

—¿Cómo fuera de la ciudad? respondió: ¿por ventura tiene vuesa merced los ojos en el colodrillo, que no ve que son estas que aquí vienen, resplandecientes como el sol á mediodía?

—Yo no veo, Sancho, dijo don Quijote, sino á tres labradoras sobre tres borricos.

—Agora me libre Dios del diablo, respondió Sancho, y es posible que tres hacaneas, ó como se llaman, blancas como el ampo de la nieve, le aparezcan á vuesa merced borricos? Vive el señor, que me pele estas barbas si tal fuese verdad.

—Pues yo te digo, Sancho amigo, que es tan verdad que son borricos ó borricas, como yo soy don Quijote y tú Sancho Panza; á lo menos á mí tales me parecen.

—Calle, señor, dijo Sancho, no diga la tal palabra, sino despabile esos ojos, y venga á hacer reverencia á la señora de sus pensamientos, que ya llega cerca: y diciendo esto se adelantó á recebir á las tres aldeanas, y apeándose del rucio tuvo del cabestro del jumento de una de las tres labradoras, é hincando ambas rodillas en el suelo, dijo: Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recebir en su gracia buen talante al cautiv caballero vuestro, y que allí está becho piedra mármol, todo turbado y sin pulso de verse ante vuestra magnífica jesen-