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aunque para mí tengo que en todo él no vive princesa alguna, muchas señoras si principales, que cada una en su casa puede ser princesa.

—Pues entre esas, dijo don Quijote, debe de estar, amigo, esta por quien te pregunto.

—Podría ser, respondió el mozo, y adiós, que ya viene el alba; y dando á sus mulas no atendió á más preguntas.

Sancho, que vió suspenso á su señor y asaz mal contento, le dijo:

—Señor, ya se viene á más andar el día, y no será acertado dejar que nos halle el sol en la calle ; mejor será que nos salgamos fuera de la ciudad, y que vuesa merced se embosque en alguna floresta aquí cercana, y yo volveré de día, y no dejaré ostugo en todo este lugar donde no busque la casa, alcázar ó palacio de mi señora: y asaz sería de desdichado si no le hallase, y hallándole hablaré con su merced, y le diré dónde y cómo queda vuesa merced esperando que le dé orden y traza para verla sin menoscabo de su honra y fama.

—Has dicho, Sancho, dijo don Quijote, mil sentencias encerradas en el círculo de breves palabras: el consejo que ahora me has dado le apetezco y recibo de bonísima gana: ven, hijo, y vamos á buscar donde me embosque, que tú volverás, como dices, á buscar, á ver y hablar á mi señora, de cuya discreción y cortesía espero más que milagrosos favores.

Rabiaba Sancho por sacar á su amo del pueblo, porque no averiguase la mentira de la respuesta que de parte de Dulcinea le había llevado á Sierra Morena, y así dió priesa á la salida, que fué luego, y á dos millas del lugar hallaron una floresta ó bosque donde don Quijote se emboscó en tanto que