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oro, sirgo y perlas contestas y tejidas. Y desta manera debía de ser el de mi señora cuando tú la viste, sino que la envidia que algún mal encantador debe de tener á mis cosas, todas las que me han de dar gusto trueca y vuelve en diferentes figuras que ellas tienen: y así temo que en aquella historia que dicen que anda impresa de mis hazañas, si por ventura ha sido su autor algún sabio mi enemigo, habrá puesto unas cosas por otras, mezclando con una verdad mil mentiras, divertiéndose á contar otras acciones fuera de lo que requiere la continuación de una verdadera historia.

¡Oh envidia, raiz de infinitos males y carcoma de las virtudes! Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite sigo, pero el de la envidia no trae sino disgustos, rancores y rabias.

—Eso es lo que yo digo también, respondió Sancho, y pienso que en esa leyenda ó historia que nos dijo el bachiller Carrasco que de nosotros había visto, debe de andar mi honra á coche acá chinchado, y como dicen, al estricote, aquí y allí barriendo las calles. Pues á fe de bueno, que no he dicho yo mal de ningún encantador, ni tengo tantos bienes que pueda ser envidiado; bien es verdad que soy algo malicioso, y que tengo mis ciertos asomos de bellaco; pero todo lo cubre y tapa la gran capa de la simpleza mía, siempre natural y nunca artificiosa: y cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa Iglesia católica romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí, y tratarme bien en sus escritos; pero digan lo que quisieren, que desnudo nací, desnudo me hallo, ni