Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha - Tomo II (1908).pdf/289

Esta página no ha sido corregida
— 285 —

contento, ya que Sancho no se digna de venir conmigo.

—Sí, digno, respondió Sancho enternecido y llenos de lágrimas los ojos, y prosiguió: No se dirá por mí, señor mío, el pan comido y la compañía deshecha; sí, que no vengo, yo de alguna alcurnia desagradecida, que ya sabe todo el mundo, y especialmente mi pueblo, quién fueron los Panzas de quien yo deciendo, y más que tengo conocido y ealado por muchas buenas obras y por más buenas palabras el deseo que vuesa merced tiene de hacerme merced, y si me he puesto en cuentas de tanto más cuanto acerca de mi salario, ha sido por complacer á mi mujer, la cual cuando toma la mano á persuadir una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba, como ella aprieta á que se haga lo que quiere; pero en efecto el hombre ha de ser hombre y la mujer mujer; y pues yo soy hombre donde quiera, que no lo puedo negar, también lo quiero ser en mi casa, pese á quien pesare; y así no hay más que hacer sino que vuesa merced ordene su testamento con su codicilo, en modo que no se pueda revolcar, y pongámonos luego en camino, porque no padezca el alma del señor Sansón, que dice que su conciencia le lita que persuada á vuesa merced á salir vez tercera por ese mundo, y yo de nuevo me ofrezco á servir á vuesa merced fiel y legalmente, tan bien y mejor que cuantos escuderos han servido á caballeros andantes en los pasados y presentes tiempos.

Admirado quedó el bachiller de oir el término y modo de hablar de Sancho Panza, que puesto que había leído la primera historia de su señor, nunca creyó que era tan gracioso como allí le pintan; pero oyéndole decir ahora testamento y codicilo