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CO 2cen un mucho, y mientras se gana algo no se pierde nada. Verdad sea que si sucediese (lo cual ni lo creo ni lo espero) que vuesa merced me diese la ínsula que me tiene prometida, no soy tan ingrato, ni llevo las cosas tan por los cabos, que no querré que se aprecie lo que montare la renta de la tal insula, y se descuente de mi salario gata por cantidad.

—Sancho amigo, respondió don Quijote, á las veces tan buena suele ser una gata como una rata.

—Ya entiendo, dijo Sancho: yo apostaré que había de decir rata y no gata; pero no importa nada, pues vuesa merced me ha entendido.

—Y tan entendido, respondió don Quijote, que he penetrado lo último de tus pensamientos, y sé al blanco que tiras con las numerables saetas de tus refranes. Mira, Sancho, yo bien te señalaría salario, si hubiera hallado en alguna de las historias de los caballeros andantes ejemplo que me descubriese y mostrase por algún pequeño resquicio qué es lo que solían ganar cada mes ó cada año; pero yo he leído todas ó las más de sus historias, y no me acuerdo haber leído que ningún caballero andante haya señalado conocido salario á su escudero. Sólo sé que todos servían á merced, y que cuando menos se lo pensaban, si á sus señores les había corrido bien la suerte, se hallaban premiados con una ínsula ó con otra cosa equivalente, y por lo menos quedaban con título y señoría. Si con estas esperanzas y aditamentos vos, Sancho, gustáis de volver á servirme, sea en buen hora, que pensar que yo he de sacar de sus términos y quicios la antigua usanza de la caballería andante, es pensar en lo escusado. Así que, Sancho mío, volveos á vuestra casa, y declarad á vuestra Tere-