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de mis manos, especialmente jaulas y palillos de dientes.

A este tiempo llamaron á la puerta, y preguntando quién llamaba, respondió Sancho Panza que él era, y apenas le hubo conocido el ama cuando corrió á esconderse por no verle: tanto le aborrecía. Abrióle la sobrina, salió á recibirle con los brazos abiertos su señor don Quijote, y encerráronse los dos en su aposento, donde tuvieron otro coloquio que no le hace ventaja el pasado.

CAPITULO VII

De lo que pasó don Quijote con su escudero, con otros sucesos famosísimos.

Apenas vió el ama que Sancho Panza se encerraba con su señor, cuando dió en la cuenta de sus tratos, y imaginando que de aquella consulta había de salir la resolución de su tercera salida, y tomando su manto, toda llena de congoja y pesadumbre se fué á buscar al bachiller Sansón Carrasco, pareciéndole que por ser bien hablado y amigo fresco de su señor podría persuadir á que dejase tan desvariado propósito. Hallóle paseando por el patio de su casa, y viéndole se dejó caer ante sus pies, trasudando y congojosa. Cuando la vió Carrasco con muestras tan doloridas y sobresaltadas, le dijo:

—¿Qué es esto, señora ama? ¿Qué le ha acontecido, que parece ue se le quiere arrancar el alma?

—No es nada, señor Sansón mío, sino que mi amo se sale, sálese sin duda.